RECUERDO (uno sólo)

Está todo guardado
hay cosas con candado
hay cosas que abandono para siempre
y hay un lugar vacío
es el que había pensado sólo para los dos…

(Pasemos a otro tema)
Nadie sale vivo de aquí – 1990
Andrés Calamaro

Llegué a casa pasada la medianoche y me detuve junto a la puerta cerrada con mi cuerpo dentro de casa, como si acabara de salvarme del mundo, como cuando uno sobrevive a un día más. Me quedé en medio de la sala, de pie, con el silencio y la oscuridad de ese espacio, aquel que era mi espacio… Los puños apretados, el aliento fuerte, la cabeza en otro sitio. Pensé ¿y si esto nunca se termina? pero antes de responderme ya estaba en el baño boca abajo, resistiendo las arcadas y tratando de recordar esa pregunta de hace tres segundos. No logré recordarla

Tomé agua, mucha agua. Me mojé el cabello e intenté sonreírle al espejo. Intenté soltar la tensión de los dedos de las manos con una maniobra que había aprendido hacía muchos años atrás.

Me fui a mi cuarto.

Quería escribir, pero después de dos minutos con la página en blanco y el cursor repitiéndome mi derrota me puse de pie y me acerqué a la ventana como quien encuentra una salida fácil. Pensé en ella, en ella, en ella… como siempre, en ella…

Maldita sea!!!

Ella era como las palabras que nunca podrá volver a escribir.

Volví a sentarme. Abrí mi hi5

Encontré a una amiga de años que, según parecía, pronto se casaría, Se le veía tan feliz con su novio. Me quedé mirándola y la recordé como a las personas que ya pasaron por mi vida. Esas que no se despidieron.

Puse música. Seguí viendo los hi5´s de los amigos que se fueron.

Entonces la encontré. La vi sonriendo, feliz. Estaba de la mano de él, de él, a quien yo no conocía pero que sostenía su mano y sonreía con ella. Con él quien, según yo, no tenía derecho de tomarla de la mano. En la foto siguiente estaban más juntos, se miraban con dulzura y compartían una limonada. En todas las fotos estaba él. Debo confesarlo, él sonreía mejor que yo.

En ese momento volvieron a mí los deseos del suicidio. De terminar con todo de una vez y que alguien le llegara con la noticia para ver si ella cumpliría con su parte del trato.

Pero era muy tarde. La casa estaba vacía y yo no quería morir.

La casa estaba vacía y sólo me acompañaba una canción que no era nuestra. Desde ese momento las canciones llegaron a mí para jamás compartirlas.

Quedé en silencio, escuchando la canción diecisiete veces (quizás no fueron diecisiete pero este número es mágico)

Apagué la computadora. No era momento de escribir.

Era momento de volver a salir, de caminar, de inventarme nuevos pasos y alejarme de su vida. Era momento de escribir en mi frente las palabras SEGUNDA PARTE.

Salí abrigado. Con los audífonos en las sienes.

Dejé la puerta abierta por si acaso.

La puerta sigue abierta. Y yo sigo fuera de casa…







(hace más de un año de esto, de todo esto)